viernes, 15 de mayo de 2015

La Hispania Romana


La conquista romana de la Península Ibérica, iniciada en el 218 a. C., no se completó hasta el año 19 a. C.
              



La conquista militar de Hispania se realizó en tres etapas fundamentales:


Primera etapa: Del 218 al 170 a. C. se llevó a cabo la ocupación del litoral mediterráneo y los valles del Guadalquivir y del Ebro. Coincidió con la Segunda Guerra Púnica. Pincha aquí para ira a la ficha de las Guerras Púnicas.

Segunda etapa: Conquista de la Meseta. Tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo II a. C. (170-29 a. de C.)
La conquista de esta zona les costó mucho a los romanos, además de los accidentes geográficos, el nivel de desarrollo de estos pueblos es escaso y veían con hostilidad el modelo de civilización romana. Las guerras fueron durísimas y de los enfrentamientos con los romanos destacamos dos: Viriato y Numancia. Viriato fue un caudillo lusitano que mantuvo en jaque a los romanos gracias a la utilización de la guerra de guerrillas, al final fue asesinado por varios de sus capitanes sobornados por
los romanos, su derrota abrió a Roma el oeste peninsular.
 



En Numancia los celtíberos presentaron una resistencia feroz ante el sitio de los romanos, la llegada de Publio Cornelio Escipión puso a la ciudad en una situación límite, y sus habitantes prefirieron destruirla y suicidarse antes que caer en manos de los enemigos, era el año 133 a. de C.


Tercera etapa: Sólo cien años más tarde, siendo emperador Augusto, se llevó a cabo la sumisión de los pueblos de la franja cantábrica (29-19 a. C.), que saqueaban las tierras cerealistas del Duero en busca de botín.
En estos diez años se desarrollan las guerras cántabras, dirigidas por el emperador Augusto. Roma perseguía la pacificación de estos pueblos, el acceso a los ricos yacimientos de la zona y que dejaran de atacar a las ciudades romanas. Casi toda la población acabó esclavizada. Roma fundó una serie de ciudades y campamentos militares para contener a estos pueblos: León (sede de la Legio VII Gémina), Astorga (Asturica)..., pero el control efectivo y total de los pueblos de la cordillera cantábrica y de los vascones nunca fue del todo efectivo.


La romanización.

La romanización es el proceso por el cual los habitantes de la Península van a abandonar sus formas de vida tradicionales (leyes, religión, lengua, usos y costumbres...) y van a adoptar las de los romanos, o bien se van a mezclar ambas. Este proceso, de manera general se llama aculturación, y aplicado a este momento histórico romanización.

Los factores que determinaron la romanización fueron los siguientes:

a) La vida urbana, las vías de comunicación y el comercio.

   
Roma se aprovechó de las ciudades existentes en la Península, transformando sus órganos de gobierno y haciéndolos dependientes de Roma, en otras zonas fundó nuevas ciudades con pobladores romanos.
 El mundo romano es un mundo de ciudades, en éstas se decide todo y son centros de producción e intercambio. El contacto con la vida urbana transforma a los habitantes de la Península.
El desarrollo de un amplio sistema de calzadas, que no sería superado hasta la Edad Contemporánea, favorece el intercambio comercial y la llegada de pobladores, ejércitos, comerciantes... las principales ciudades romanas estaban intercomunicadas entre sí y con Roma a través de la vía Augusta que iba paralela al litoral mediterráneo.

b) El papel del ejército.

   
Es fundamental, el ejército fue un importante vehículo de romanización, los soldados llevaban la lengua, creencias y costumbres de Roma y las difundieron por todoel Imperio. Roma contaba también con tropas auxiliares hispanas que en contacto con lo romano se romanizaron rápidamente, además, al término del servicio militar se asentaban en tierras entregadas por Roma, a donde llevaban su civilización. Los campamentos romanos atraían a mujeres, mercaderes, artesanos... y muchos de estos campamentos acabaron transformándose en ciudades (León, Mérida, Zaragoza, Barcelona).

c) La concesión de la ciudadanía romana.

No todo el mundo tenía el título de ciudadano romano, el recibir este título significaba muchos privilegios y un alto honor, normalmente lo recibía gente que colaboraba con Roma y tenía un alto grado de integración en el mundo romano, era un título ansiado por muchos. Al principio a muchos ciudadanos se les otorgó la ciudadanía latina (con muchos menos privilegios) y, por último, con Caracalla, toda Hispania recibiría la ciudadanía romana.

La economía.

De manera general podemos decir que la economía de la Hispania Romana era colonial, entendiendo por tal concepto que los romanos sacaban de la Península materias primas de todo tipo y las transformaban en Roma, luego volvían esos productos manufacturados a un precio superior.
 
Templo de Diana en Mérida
En la agricultura hemos de destacar la perfección de los sistemas de cultivo con la introducción de sistemas de regadío y de herramientas más perfectas como el arado romano. La base de la producción seguía siendo la trilogía mediterránea (cereales, vid y olivo), el trigo de Hispania junto con el de Sicilia llenaba las despensas de Roma, el vino español era muy preciado, así como el aceite. Estos productos llegaban a la capital de dos formas: por tierra, a través de la tupida red de calzadas que llegaban a Roma, o por mar hasta Ostia, el puerto de Roma.

Arado Romano

 
En cuanto a las formas de propiedad de la tierra hemos de hablar de tres fundamentales: la privada (casi toda en manos de grandes terratenientes), la pública (tierras pertenecientes al Estado) y la tribal (en el norte). Como caso curioso diremos que el latifundismo andaluz parte de esta época, la Bética fue una provincia que gestionaba el Senado, no el emperador, y entre los aristocráticos miembros de esta institución se repartieron enormes extensiones de esta provincia.

Hispania era famosa también por su gran riqueza de minerales: oro en Asturias, plata en Sierra Morena, cobre en Río Tinto (Huelva), plomo en Cartagena... los romanos perfeccionaron las técnicas de extracción de minerales, y muchas de las minas que ellos abrieron siguen en explotación. Todos estos productos iban a parar a la capital del Imperio, y se utilizaban, entre otras cosas, para acuñar moneda. Una parte reducida de los metales preciosos se quedaban en la Península para que las ciudades acuñaran sus monedas. 

 
Para organizar el territorio Roma dividió la península Ibérica en provincias. La primera división fue tras la segunda guerra púnica, en el 197 a. de C., Hispania quedó dividida en dos provincias: Citerior al norte y Ulterior al sur, el límite entre ambas era una línea que partía de Cartagena.






 
Augusto, en el 14 a. de C. dividió el Imperio en dos tipos de provincias: las ya conquistadas que no requerían la presencia permanente de legiones y que eran dirigidas por el Senado, y las todavía no pacificadas que eran dirigidas por el emperador.
Con este esquema Hispania se dividió en tres provincias: la Bética (Andalucía) administrada
por el Senado, y la Tarraconensis (norte, centro y oeste peninsular) y la Lusitania (el centro-oeste) dirigidas ambas por el emperador.
Cada provincia se dividía a su vez en conventos o divisiones judiciales. En plena crisis del siglo III, en el 297, se hizo una nueva división: Bética con capital en Hispalis, Lusitania con capital en Emerita y la Tarraconensis con capital en Tarraco pero de la cual salieron la Cartaginensis con Cartagena como capital y la Gallaecia con Braga. Casi cien años después, en el 385, se crearía la provincia de la Baleárica.